Esta historia te hará pensar dos veces

Todo comenzó en 2009, cuando Gumersindo, un hombre de 58 años, decidió proteger a su familia ante cualquier eventualidad. Contrató un seguro de vida e invalidez vinculado a su hipoteca, con un capital asegurado de 184.000 euros. Él pensó que, si alguna vez le ocurría algo, su familia estaría tranquila.

¿Se imaginan lo que eso le dio de paz?

Sabía que, si la vida le jugaba una mala pasada, su familia estaría a salvo. Un peso menos sobre sus hombros.

En 2014, Gumersindo fue diagnosticado con un cáncer de páncreas. A pesar de su batalla con la enfermedad, su primer instinto fue el de hacer todo lo necesario para que su familia no quedara desprotegida. Como cualquier persona confiada en su seguro.

Gumersindo quedó con una incapacidad permanente absoluta que le impedía trabajar y reclamó a la aseguradora.

Y aquí empieza la historia que todos tememos vivir. 

¿Qué creen que hizo la aseguradora? 

La aseguradora le ofreció solo 105.044,79 euros, aplicando lo que llaman «la regla proporcional». Según ellos, Gumersindo no había declarado en el cuestionario de salud que padecía hipertensión y epilepsia. Aseguraban que esas enfermedades tenían relevancia para evaluar el riesgo.

Pero ¿Qué relación puede haber entre la hipertensión, la epilepsia y un cáncer de páncreas que provocó la incapacidad permanente? 

¡Absolutamente ninguna! 

¿Se imaginan cómo se sintió Gumersindo al ver que le reducían la indemnización por algo que no tenía ninguna conexión con su enfermedad? 

Pedro no se rindió. Se presentó una demanda argumentando que las enfermedades no guardaban relación alguna con el cáncer. El camino estaba lejos de ser fácil.

La primera batalla fue en el juzgado, el juez desestimó la demanda, acusando a Gumersindo de «mala fe». ¿Pueden creerlo? 

¿Alguno de ustedes se habría rendido después de un revés así? 

Gumersindo no lo hizo.

Decidió apelar. La audiencia confirmó la sentencia inicial, manteniendo la posición de la aseguradora. 

¡Dos derrotas judiciales!

Imaginen lo que sintió Gumersindo tras perder dos veces. 

¿Se habrían rendido en su lugar? 

Gumersindo luchó hasta el final.

El caso llegó al Tribunal Supremo, con la esperanza de que la justicia finalmente viera la verdad. Y aquí fue donde todo cambió.

El Tribunal Supremo dejó claro lo siguiente:

  • No había relación causal entre las enfermedades no declaradas y el cáncer de páncreas que provocó la incapacidad.
  • La aseguradora no podía modificar el contrato basado en información que no afectaba al siniestro.

El fallo fue rotundo: el Tribunal Supremo condenó a la aseguradora a pagar los 79.000 euros restantes, más los intereses acumulados desde 2014. Y lo más importante, tuvo que asumir todas las costas judiciales. 

¡Una victoria total para Gumersindo!

Esta historia nos deja una gran lección. 

Primero, nunca debemos rendirnos, aunque parezca que todo está en nuestra contra. 

Segundo, las aseguradoras no siempre tienen la razón, por muy poderosas que sean. 

Y tercero, contar con un equipo legal comprometido puede marcar la diferencia entre la derrota y la victoria.